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martes, 24 de marzo de 2020

¡Velay!

¡Velay!




“En fin y menos mal, Tomasito:
es mucho mejor llegar a tiempo
que no andar rondando durante cien años,
¡velay!”;

recuerdo que te decía tu abuela paterna
cuando llegaba ágil del puerto pesquero,
tras remontar cuestas inacabables,
estradas sinuosas, bucólicos atajos,
peldaños desvencijados de hormigón,
y aún superar los cuatro pisos
que la separaban de la vivienda familiar,

como sólo lo hubiera hecho
una lozana moza de diecinueve primaveras:
risueña, satisfecha;

portando aquel vetusto capazo de hule negro,
herniado de chicharros,
de sardinas,
o de verdeles.




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