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domingo, 15 de marzo de 2020

El enfado del aprendiz

El enfado del aprendiz



(Carta abierta a un editor)
 
El otro día me dijo Tomás que había recibido una carta de un editor, al que hace ya bastantes meses aquél había enviado uno de sus primeros trabajos. Veía un poco enfadado a mi colega, le pregunté por qué estaba así; sin más me tendió la misiva, y leí:

Estimado amigo:
Ante todo, gracias por haber confiado en PLEONASMO EDITORES para la presunta edición de “La vereda”. Sobre este particular, he de señalarte que somos una pequeña empresa editorial, la cual agradece sobremanera tu aprecio por nuestro grupo; pero te indico que tu obra es muy difícil de encajar en alguna de nuestras series, ya que, aunque se perciba cierta calidad literaria en ella: por otra parte, creemos que se trata de un texto inclasificable; y es por esta cuestión por la que nos vemos obligados a rechazarla. Mas esta decisión no nos es óbice para que en el futuro volviésemos a colaborar. Por nuestra parte estamos abiertos a ello, y así, de forma recíproca, lograr una relación cada vez más dinámica. Ávila 2/02/05, Práxedes Gijón.

Lo que más le dolió a Tomás fue que aquél valorase su obra como inclasificable (a una “ingrata tarea” que a mi colega le llevó casi un año), dado su afán de perfección; al que admiro por su empeño y capacidad de trabajo. En pocas palabras me dijo que él no se quedaba así, como un panoli, y me comentó que enseguida iba a pergeñar un borrador de réplica para enviárselo al editor. Al cabo de cinco días me lo pasó para que lo echara un vistazo; en él exponía lo siguiente:

<<Estimado Práxedes: He recibido tu amable carta, después de que han pasado muchos meses desde que te envié el original de mi novela. Es más, creo que si hace unos días no te hubiera mandado un pequeño comunicado solicitándote información al respecto, seguro que habrías pasado de mí y de mi obra, a la que valoras, si es que la has leído, como inclasificable. Quizá es por esta misma razón por la que yo hubiera tenido que haber hecho lo mismo contigo, y no gastar mi tiempo redactando este escrito; si lo hago es porque intuyo en ti un gran profesional: veo que te desenvuelves de forma óptima en los medios en los que habitualmente leo tus interesantes trabajos, entrevistas, muy buenas por cierto (pienso que es lo que mejor haces), y tus críticas literarias: unas veces tan acertadas como otras catastróficamente desacertadas.
>>Entiendo que no debe resultar nada fácil ser editor, y más en una monarquía parlamentaria en la que ya escriben hasta los gatos, como manifiesta sin ningún tipo de complejos un dilecto amigo mío, dado el descomunal y vanidoso afán de brillo y lucro personal de todos los seres envueltos en la férula de la “cultura”, en un país en donde los juegos florales y demás concursos literarios están a la orden del día. ¿Sabes quién es el único que saca beneficio de todo esto?: el establishment; sí, el “Sistema”, ya que mientras la inmensa mayoría de los “amanuenses” estamos atentos a nuestras creaciones, no le tocamos los huevos (al “Sistema”), y todo lo demás nos importa un comino: incluido el terrorismo, la miseria, las bombas atómicas, las guerras y los cataclismos telúricos –como a aquel famoso escritor irlandés afincado en Trieste–; mientras tanto: comemos como Baco, follamos como conejos, somos guapísimos, creemos que no nos vamos a morir nunca y en absoluto nos preocupamos de reivindicaciones de todo tipo, sobre todo sociales, al mismo tiempo que los orondos portavoces y paladines del progreso no dejan de pregonarnos que somos la octava potencia económica del orbe.
>>Te aseguro que hace más por la vida y la sociedad un panadero, cualquier menestral o un simple basurero, sí, un basurero: uno de esos jóvenes y no tan jóvenes que van colgados en las bamboleantes plataformas de los camiones municipales, que todos los escritores, periodistas y editores juntos. Al teclear estas líneas evoco al hombre de acción que fue nuestro inolvidable Unamuno. Y, por el contrario, me choca el sedentarismo del misógino Baroja que, denostando a todo dios: escribía dos novelas al año casi mimetizado con su mesa camilla, al lado del brasero; enfundado en unas zapatillas a cuadros, de orillo dorado, y los sarmentosos dedos de las manos encenagados de harina, previo balance diario de las cuentas de la tahona familiar.
>>No me siento escritor; acaso sólo sea un simple diletante. Si habría de considerarme algo sería de aprendiz de hombre y, en todo caso, de aprendiz de escritor tardío, ya que a “trancas y barrancas” acabé el bachillerato y después he pasado demasiados años de mi vida trabajando en uno de los gremios laborales más duros: el de montajes industriales, haciendo, junto a miles de profesionales, que el país funcionase, hasta que la columna vertebral me pasó factura, como ahora empieza a pasármela la vista, a pesar de haberla tenido de lince.
>>Ahora bien, siento tanta pasión por la “puta” literatura que, en el fondo, os “envidio” un poquito a todos los personajes y personajillos que coméis de ella. Lo que también te apunto es que soy un lector empedernido, desgastadora actividad a la que hacen caso omiso la mayoría de los escritores, editores y periodistas; sobre todo estos últimos, los gacetilleros, muy dados, además, a enzarzarse en polémicas de las que no tienen ni repajolera idea: sólo sirven para continuar alimentando sus propias vanidades, y seguir recibiendo el memo beneplácito de sus jefes o redactores, dado el gran poder fáctico que ejerce la prensa sobre el gran vulgo.
>>No aspiro a dejar a la humanidad nada como En busca del tiempo perdido; Ulises; La metamorfosis; La montaña mágica o Viaje al fin de la noche..., por citarte algunas obras cumbre de la literatura. Podía enumerarte más, sólo tengo que girar el cuello hacia mis apretados anaqueles, ya que como te expliqué antes, si había de considerarme algo: sólo me siento un “buen lector” y, de imaginarme escritor: escritor tardío que camina testudíneo hacia Comala. Si lograse una “obrita” como Pedro Páramo, aunque después “el llano ardería asolado por llamas de veinte metros”, me retiraría de la literatura, sin llegar a los trágicos extremos de Larra o Pavese, con el filantrópico fin de dedicarme a donar esperma, lo cual, a la larga, pienso que me sería más grato en todos los sentidos que los eternos sinsabores que nos sigue brindando la literatura. Te revelo que únicamente la profeso para defenderme de las ofensas de la vida, como en una ocasión manifestó este último monstruo suicida latino.
>>Te ruego que me perdones estas digresiones (las exige el guión), si no te gustan: tienes que joderte; así me jodí cuando en tu carta deletreé lo de inclasificable respecto a mi obra.
>>Ahora vamos a hablar de ni novela, nivola o nivolita como decía nuestro querido don Miguel. Y es que, para mí, La vereda es una obra deliciosa, sincera, espontánea: abierta como todas las novelas de Baroja: sin planteamiento, nudo, ni desenlace (acordándome de las famosas premisas literarias del bardo de Iria Flavia); tampoco las entrañables obras de don Pío las tenían y, empero, este heteróclito y cascarrabias autor está reconocido como uno de nuestros más eximios novelistas, ¿estarás de acuerdo, no?
>>Si me dices que no es una novela, lo entiendo; mas podíamos convenir en que se trata de un libro de viajes (de andar y ver). Ya sé que mi obra no le llega a la altura de la primera plana a Viaje a la Alcarria; Judíos, moros y cristianos, ni mucho menos a Campos de Níjar, de mi admirado catalán comunista, ni a Viaje en autobús de Pla... ¿Has escrito una obra como alguna de éstas?
>>Para concluir, podíamos considerar mi trabajo como un híbrido, a caballo (o mejor a mulo) entre la nivola y el libro o reportaje de viajes: sólo pretendí narrar algo al preparar dicho texto; sobre todo porque sigo pensando que la novela es un género tan envolvente, tan abarcador..., que en ella tiene cabida todo, hasta la poesía y el ensayo: hay muy buenas novelas ensayísticas, ¿no piensas así?
>>Cuando hacías la crítica, o mejor dicho en este caso, el comentario de Oceanía, publicado por tu sello editorial, indicabas que esta obra no era ni un ensayo, ni un reportaje, ni un diario de viaje; pero que tomaba parte de los tres géneros: lo que todos entendemos por el lexema híbrido, ¿estás de acuerdo? Podría ser que mi libro estuviera mal redactado, eso jamás te lo discutiré, te reafirmo que me pareces un gran profesional; ahora, lo que no te admito, por muy buen escritor o editor que seas, es que me digas que mi trabajo resulta inclasificable.
>>Pero lo que no pretendo es que estos humildes puntos de vista te vayan a resultar obstáculos para que sigas clasificando: “androides opacos” (los veinte euros peor gastados de mi vida), “historias de bucaneros”, de clochards, “memorias de sodomitas o pederastas”..., ¡qué sé yo! Sin embargo, en este postrero caso prefiero las vidas de los santos: incluyendo su hagiografía, hermenéutica o aun su cruento martirologio. Eso sí, eres muy libre de editar lo que te dé la gana.
>>Me gustaría pergeñar en cuatro... o en cuatrocientas lluviosas tardes de domingo, como la de ayer, una de las obras que te he citado: mandártela; que harías una tirada millonaria y te harías rico; me concedieses un diez por ciento de derechos de autor, cien ejemplares para regalar a los amigos, y todos contentos. Eso es la literatura actual: un producto de consumo destinado a colmar las estultas vanidades (o la vanidosa estulticia) de cuatro escritores resabidillos metidos a editores, ¿o no?
>>En cuanto a la crítica del libro de la “pizpireta de Mundaka” que hiciste en SPLEEN: he de decirte que jamás he leído un libro suyo, mas nada tengo en su contra. Tampoco me cayó, ni me cae bien, esta autora; y más desde que hace años la vi en un programa de televisión junto a Umbral y otros personajes de la farándula literaria: parecía que “la Sofía” se quería comer a todo el mundo; apenas dejaba hablar a sus interlocutores. Daba a entender como que lo sabía todo de las hamburguesas, del sexo y de la vida..., cuando me parece que la citada “damisela” sólo contaba con unos veintiocho o treinta años. Ahora, creo que lo que no puede hacer un crítico elegante y educado, como pienso que lo eres, es entrar a saco en el pringoso terreno de las descalificaciones personales. Cela expuso en una ocasión que el premio que había ganado Sofía estaba lleno de mierda; pero éste no paró hasta que se lo dieron a él mismo (a lo mejor para revolcarse en la caca: él, que tantos exabruptos, regüeldos y pedos expelió en vida). Aun así, creo que a todos nos gustaría escribir como lo hizo el autor de La colmena, y ganarlo, ¿o no?
>>Resumiendo, te reitero que me disculpes por estas divagaciones literarias; lo único que he querido señalarte es que me dolió que calificases a mi obra de inclasificable.
>>No te guardo rencor por nada en particular, a pesar de mi énfasis en algunos de estos párrafos. Espero que sigamos siendo amigos; te deseo los mayores éxitos en la ardua labor en la que estás afanado, y que esta misiva, como me sugerías al final de tu precisa y atenta carta, sirva no sólo para limar asperezas sino para facilitarnos una relación más fluida. Te adjunto la crítica que apareció en “La Nación” de El androide opaco, editado por tu grupo; reseña que, me imagino, ya habrás leído; pero que no te vendrá nada mal releer. Sin otro particular, recibe un fuerte abrazo.

Portugalete, marzo 2007. Tomás del Hierro >>


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