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viernes, 6 de marzo de 2020

Paseos filosóficos, primates e ‘ismos’

                          Paseos filosóficos, primates e ‘ismos’


Hace escasos días, en uno de mis habituales paseos vespertinos, me encontré con Tomás –en clase le llamábamos ‘El tenaz hablador’–: antiguo, simpático, entrañable y apasionado compañero de estudios.
Tras los pertinentes saludos y parabienes, cariñosamente intercambiados por ambos, no sé cómo, la conversación derivó indefectible por derroteros filosóficos en directa singladura hacia la Metafísica, atracando finalmente en el conflictivo puerto de la Ontología:

“Hoy, que ya he rebasado de sobra la delicada frontera de las cuarenta primaveras, cada día estoy más convencido de ser un moderno ‘simio racional’ que camina totalmente erguido hacia el total Ateísmo por la umbría senda de la manigua del Agnosticismo. Ahora bien, cuando presiento la inminente llegada a sus oscuros dominios me doy la vuelta, terriblemente asustado, para emprender a cuatro patas el camino de regreso hacia mi anterior estado de absoluto y convencido Escepticismo... Empero, tras la loca e histriónica carrera, muy fatigado, no bien voy vislumbrando el punto de partida, lucubro que sigo en la incertidumbre, ya sólo me dispongo a reiniciar presto el mismo ciclo anterior... y así una y otra vez”.

...Me endosó con sobrio aplomo este inquieto “simio racional”: causándome el suficiente revulsivo empírico como para tenerme en constante reflexión a lo largo de tan más claras e intensas cuanto más lucubrantes y desasosegadas veladas, todas ellas pasadas de claro en claro; complementadas, además, por un trasiego inacabable de días de turbio en turbio... Como nos había dicho nuestro más querido y universal manchego: sumido en la espartana intimidad de su atiborrado cenáculo, rodeado de estólidos y desvencijados libros de caballerías; quemándose las cejas bajo la escasa luz mortecina proyectada por un pabilo estremecido. Incansable orate: paladín vernáculo de la justicia y dignidad humana (acaso genuino trasunto del famoso manco); el cual, hasta el mismo momento de la llegada inminente de su ‘cuerda cordura’, y ya totalmente aquiescente con sus últimos afligidos celadores, en presencia de su fiel Sanchico el de la panza, no sólo se nos había mostrado siempre como un incansable ‘desfacedor’ de entuertos, sino también como el enemigo más acérrimo de pícaros, bellacos y malandrines.

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