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miércoles, 25 de marzo de 2020

La molicie del póngido



La molicie del póngido


Tenemos que dar las gracias
a la Literatura y a la Poesía,
ya que se han convertido,
después del tifón empírico que soportamos,
en unas indemnizaciones reparadoras
por los desperfectos continuos
que años y hombres infligen
en nuestros estólidos cuerpos
y pobres intelectos;
o “una manera de defendernos
contra las ofensas de la vida”,
como nos señalaba
mi inolvidado Cesare Pavese:

Si lo miro desde otro altozano,
enseguida contrasto en ti
un aprecio innegable al letargo;
además, este sopor se mantiene
ensamblado con tu resignación inamovible
a descubrir los dominios de Eldorado.

Sendos albures (letargo y entereza)
te desnivelan hasta la saturación
y te incitan a lucubrar
que la baqueteada jarcia del bergantín existencial
en el que singlas de cara al temporal
se te ha dado de sí de forma escandalosa.

Ante aquellas tesituras e irremediable lasitud,
sentado, después de haberte desocupado
sobre el trono en recalcitrante pose rodiniana,
cual un simple pensador de carne y hueso,
no bien despertaste y emergiste de las sábanas,

te contemplas todas las auroras patético
en el azogue vengativo y disipado del espejo,
aún en traje de dormir, con los ojos pitarrosos
y el cabello aún enmarañado.

Tras tus imperativas abluciones,
tu fiel cafetera italiana,
cual expreso de Shanghai,
te avisa de la llegada del café,
al mismo tiempo que gesticulas
como un póngido mientras te rasuras,
y el reconfortante aroma colombiano
se orea con molicie tentadora,
invadiendo tus constreñidas fosas nasales.



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