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miércoles, 11 de marzo de 2020

Catarsis miméticas

Catarsis miméticas


I

Ortodrómica o loxodrómica

La relación que tienes con la literatura
no tiene nada que ver con la naturaleza:
que es como el motor de tu monótona vida.
Aunque, cuando miras pletórico,
erguido hacia el horizonte,
con las piernas ligeramente arqueadas
y los pies bien asentados sobre el mullido
césped que corona triunfal los farallones
del estuario, sientes sobre tu faz la fuerte
brisa marina, que al mismo tiempo
clarifica y oxigena tus reflexiones,
mas caprichosa desordena tus largas guedejas.

Pero por mucho que afines la mirada
acechando al Norte, no percibes
ni intuyes las costas del país del hielo,
ni el Finisterre normando:
sólo desentrañas las distantes volutas
que exhalan férreos propulsores asentados
en caliginosas entrañas de afanosos navíos.

Sus pausadas y babosas estelas de caracol
te hacen pensar en la línea ortodrómica
o loxodrómica de sus económicos derroteros.
Empero, de repente, recuerdas a Ptolomeo
y a Copérnico y no dejas de lucubrar
en la imperfecta redondez del planeta.
En esos álgidos instantes ansiarías
convertirte en pejesapo para sondear
con total libertad las simas abisales
más abstrusas; así, mimetizado entre
sus laberínticas grutas:
podrías palpar, escuchar...
y aun medir el silencio sobrenatural
que emana de ellas,
haciendo simultáneamente
un metódico recuento
o quizá aristotélica reseña
de sus espeluznantes
y longevas especies.

II

Homo homini lupus

Por el contrario, si giras el cuello
para otear las volátiles
profundidades de la bóveda celeste,
dices que te gustaría transformarte en
un gran cúmulo: dotado con cabeza
de unicornio, propulsado por dos
grandes alas de gaviota,
equipado con radar de murciélago
y provisto de autonomía infinita.
De este modo, incansable,
batirías el éter desde el ecuador
e irías bordeando meridianos y atravesando
paralelos rumbo a los gélidos casquetes polares.

En estos periplos aéreos te gustaría provocar
una vorágine catártica para que,
al menos,
ya que no los curase:
intentar espantar los malos espíritus y
acaso exterminar el furor cainita
tan recalcitrante de los homínidos.
Me añades que te darías por satisfecho,
si al menos lo lograse durante el corto
espacio que media entre uno y otro verano.
Y más si pensamos que dichos
estigmas siguen acuciando y envenenando
a la humanidad desde hace miles
de millones de años.

III

A Max Brod por evitar la pira

Al escucharte dicho speech quedé sumido
en un total titubeo,
absorto, pensando en Max Brod,
Gregorio Samsa y
el propio Kafka y sus metamorfosis
de entomólogo de gabinete.

En ese momento me sentí tan desplazado...,
tan poca cosa,
que no pude pensar en otra cuestión
que prometerte un encabezamiento
idóneo para estas emotivas estrofas...,
aunque no sé si lo he logrado.

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