La cinceladora de ósculos
Preciosa, el territorio adonde
con imparable denuedo caminamos,
que es mejor en absoluto
alcanzarlo para mí tengo;
ni lo que buscamos hallar,
y así de algo que hacer regocijarnos
y nunca disiparlo.
De mi vida en esta fase, admirada
fémina,
ya no mucho donde elegir tengo.
Forje lo que forje,
consiga lo que consiga:
todo desacertado será;
posea lo que posea,
en un instante perdido
todo lo habré.
Tú, en cambio, si de tus inquietos
ojos verdes de almendra uno
guiñases,
en un relámpago a tus pies
al orbe rendido tendrías:
maravillosa, angelical, casi divina,
de la existencia un regalo
en estos añosos oteros de mi vida
eres
sólo por ese beso
tan húmedo como especial
que hace quince días,
con abrumador aplomo,
tus talones levemente aupando,
en mis trémulos labios cincelaste.
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