Etiquetas

viernes, 13 de marzo de 2020

Galerna

Galerna


En aquella tarde, aún otoñal,
durante el paseo peripatético cotidiano
por el muelle, los dos caminantes
presintieron la galerna, al contemplar
el enfadado, tétrico y oscuro aspecto
que les presentaba el cielo sobre
la puerta de acceso al Abra interior.

El “Santanita”, perpetuo, oxidado
y vetusto, cautivo e inamovible,
permanecía fondeado en su sitio
de costumbre, esperando
que los jueces le levantasen el embargo
y, sin más demora, poder largar amarras
para volver a sentirse libre
en largas singladuras hacia
lugares exóticos del Pacífico Sur.

De repente el cielo se tiñó
de un gris oscuro lúgubre,
casi negro; el viento del noroeste,
repentino y fuerte,
formaba cientos de borreguitos
sobre el cauce anchuroso de la ría,
oponiéndose terco a la corriente
vaciante de la marea.

Pero no, no. Al final no hubo galerna
–menos mal–; así pudieron terminar
felizmente el paseo rutinario.

Entretanto, avanzaban de retorno
con la vista fija en el Mareómetro,
giraban el cuello al unísono
y miraban –como dos devotos frailes
mercedarios– hacia la enlutada
bóveda celeste, aquiescentes,
agradecidos: contentos.

Ambos caminaban
con su languidez habitual
y estoica parsimonia,
mas al mismo tiempo
daban las gracias a la madre naturaleza
y a su variable climatología
por esta benevolencia
gratuita e increíble,
al permitirles volver a sus casas
con las ropas secas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario