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jueves, 26 de marzo de 2020

Las matruskas de la walkiria



Las matruskas de la walkiria


Semanas enteras únicamente mirándote
pasarme podría, hasta el éxtasis,
como de las cordilleras en el Tíbet
el perfil otean los santones lamaístas:
que he conocido la mujer más bella eres;
que me entiendes lo sé o, al menos,
encanto, lo pretendes;
por eso, que de mí no te burles
sólo te pido.

De mis días hasta el fin,
a tu lado largas noches
embelesado permanecería,
en tu aliento embriagado,
en tu corpórea fragancia atrapado,
poro a poro, sí, mi amor;
pero que conmigo no juguetees
encarecidamente te ruego;
que daño no me hagas,
porque en mil pedazos
entre tus largos y tiernos brazos
quebrarme podría cual
de porcelana de Manchuria un búcaro,
como algo que tan más torpe y frágil
cuanto más hialino y estólido se muestra.

Y con los múltiples fragmentos, después,
Shinako, mi dulce geisha, ¿qué harías?:
de forma parsimoniosa, acaso, como tus doce
matruskas rusas encajas y desencajas,
¿de recomponerlos capaz serías,
en tanto que del impar monstruo teutón
La cabalgata de las walkirias
durante tu inexcusable five o’clock tea escuchas?






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