Las veleidades de un diletante
Nunca
digas este libro no leeré,
libro
que no has de leer déjale correr.
En estas
últimas fechas me ha comentado Tomás que ha terminado de releer Viaje al fin de la noche de Céline. Si en la primera lectura ya
intuyó que estaba ante una de las obras cumbre de la literatura de este siglo
pasado, en esta relectura me dice que ha sacado conclusiones más que
literarias. Percibo que éstas le han llegado con tonos naturalistas, a veces muy
inmersos en la escatología –según me confirma–, pero también con una válvula
abierta al más puro realismo o neo realismo, encerrados dentro de unas
notaciones fundamentales para entender con profundidad la literatura actual y
el mundo débil, conflictivo y mecanizado en que vivimos. Me añadió, además, que
acabó prendado de esta gran obra, de la que no descarta relecturas ulteriores,
pero matizándome que inexorablemente este soberbio trabajo le llevará ahora a
la búsqueda y captura de Muerte a crédito, publicada en 1936,
otra de las grandes novelas de este médico tardío de los pobres, con la cual
apuntalaría definitivamente los cimientos literarios en torno a este autor,
imprescindible, tan humano como nihilista, a pesar de su filonacismo.
Después le
espera otra relectura obligatoria, se trata de El oficio de vivir
de C. Pavese, reedición muy cuidada
por parte de Seix–Barral, en un formato que mejora el anterior, traducida de
forma impecable por Ángel Crespo. De
esta manera, los editores han rizado el rizo en cuanto a la calidad, que ya
percibió con el sólido ejemplar citado en las manos, es más le sorprendió
gratamente al ojearlo, ya que sus páginas aparecieron profusas de anotaciones y
traducciones de los acertados textos que Pavese escribió en inglés y francés. De cara a esta obra,
imprescindible, y al final de la próxima relectura, espera conocer mejor al
autor, ya que pondrá mayor atención para intentar dilucidar la relación
causa–efecto de la misoginia e impotencia del gran poeta y escritor que decidió
quitarse la vida en una edad crucial y que, a pesar de todo, nos dejó un gran
legado literario. Suicidio que tuvo lugar en el hotel Roma de Turín en 1950.
Las últimas anotaciones que dejó en su diario, el 18 de agosto de ese mismo
año, fueron estas escuetas líneas: “Todo esto da asco. No palabras. Un gesto.
No escribiré más”.
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Todos los que de la literatura hemos
hecho una forma de vida, me atrevo a decir que somos un poco cleptómanos: ¿Quién no ha sentido ganas
repetidas de quedarse con un libro prestado o salir de la librería con él, de
matute en el interior de la americana?” "A los que la literatura les da
igual: le dedican un día al año para quitar el polvo que acumulan los viejos
volúmenes, clasificados por tamaños y colores, heredados de generación a
generación por algún familiar al que le gustaban las letras y no era
cleptómano, pero sí muy culto; perfectamente alineados en la antigua estantería
de caoba construida a medida por un ebanista artesano ya fallecido".
El Tenaz Hablador me comenta que en estos momentos pueblan su
atiborrada mesa de trabajo los siguientes ejemplares: El guardián de la tristeza y Grünnland
un círculo en el invierno, de Enrique Gutiérrez Ordorika; emplazamiento al que volvieron no bien
los leyó su amigo y colega Bilbobonobús,
del cual espera que los haya analizado y ¿asimilado? acaso habiendo vislumbrado
la línea editorial que sigue Bassarai narrativa. Éste le dijo que eran novelas
buenas, pero le notó una tamaña actitud escéptica que no encajaba con la
excepcional calidad que percibió Tomás cuando las leyó por primera vez.
Situación feliz en la que, al mismo tiempo, también alabó al joven editor por
la acertada labor de cazatalentos que está desarrollando desde que en 1996
fundase la editorial en una habitación de su casa; y así contribuir de forma contundente
al goce inefable de todos los que de la literatura hemos hecho una forma de
vida... Un diez para Kepa Murua.
A París en globo, un libro ameno de relatos, editado por Huerga &
Fierro, escrito por María Bengoa,
leída bilbaína asidua colaboradora en el suplemento de los miércoles del
Correo, Territorios de la cultura,
donde, con sus grandes conocimientos literarios, borda las entrevistas que muy
sabiamente realiza a los autores que escriben libros de calidad.
Las amistades peligrosas, de Choderlos
de Laclos, todo un clásico sobre las maniobras de la seducción. Desconocido
para el TH, ejemplar que espera leer en breve, en cuanto la tecla le haga un
hueco dentro de este nuevo frenesí, que tantas horas le roba.
Artículos de costumbres, de Mariano J.
De Larra, del que sobran todo tipo de comentarios por ser uno de sus
favoritos desde aquel lejano bachillerato elemental cursado por libre. Tomás
usa un seudónimo inspirado en el nombre de la revista donde escribió este genio
extraordinario que quiso transformar el país.
Las cenizas del esplendor, de Antonio
Menchaca, conciso libro sobre la dolce
vita de una burguesía que tuvo en sus manos un futuro mejor para Bizkaia
e hizo caso omiso. Arrogante colectivo que sólo vivió para sus bacanales y
fiestas de sociedad, siempre especulando con unos dudosos negocios e
inversiones. Añado que estos clanes nunca supieron anticiparse al siempre
incierto devenir industrial e indefectiblemente ellos mismos generaron su
posterior ruina. Contiene un capítulo muy interesante sobre el indiano del
hotel de Portugalete, Manuel Calvo
Aguirre (Cristóbal en la novela). En alguno de los párrafos de dicho
apartado, leyó algo que le hizo intuir su presunta masonería y la onerosa
generosidad que dispensó al pueblo que le vio nacer, ahora bien: no sabe si
para tapar, con esta filantropía fingida, las maquiavélicas partes oscuras de
su persona; o para autorredimirse de
su mezquina existencia y su oscuro pasado en la bella perla de las Antillas
Mayores del Caribe. Allí pasó gran parte de su vida y en todo momento fue un
personaje clave de la política y organización de la rica colonia. No tuvo
escrúpulos de ningún tipo. Perennemente hizo gala de un poder desmesurado y
ejerció unas extraordinarias influencias en la Metrópoli, aunque siempre se
mantuvo en la sombra, salvaguardando un premeditado anonimato; si bien ello
nunca le impidió ser de forma perentoria la
mano negra ejecutora. Amasó una gran fortuna con la trata de ébano; es más, su ingenio azucarero
funcionaba a base de cientos de motores
de sangre africana.
Se pregunta
el TH:
“¿Cuál fue
la causa de este comportamiento para el pueblo que le vio nacer, al final de
los agitados años de su intensa actividad colonial?”
“¿Actuó de
esta manera porque realmente era un multimillonario filántropo –contingencia
muy fácil de creer– de cara a un pueblo que dicen villa poblado en aquellos
tiempos de principios del siglo XX por cantidad de indigentes y
menesterosos...?
¿O lo hizo como acto de contrición, temeroso a las tórridas penas del infierno, pensado acaso en la trasmigración de las almas, vía purgatorio, sin previo chamuscamiento en las hirvientes calderas de Pedro Botero?
¿O lo hizo como acto de contrición, temeroso a las tórridas penas del infierno, pensado acaso en la trasmigración de las almas, vía purgatorio, sin previo chamuscamiento en las hirvientes calderas de Pedro Botero?
Poveñeses, de Miguel González San Martín, entrañable libro de relatos donde
aparece el poblado de Poveña como marco. No sé si el autor ha querido emular a James Joyce y su Dublineses –remedo
que no le ha hecho falta–, ya que nos hace disfrutar desde la primera página,
brindándonos no sólo una prosa diáfana y elegante, sino ofreciéndonos asimismo
una calidad literaria fuera de dudas. Esto hace que ese pequeño rincón
enclavado en la desembocadura del Barbadún sea más encantador, adornado con las
tiernas y nostálgicas historias que va uno leyendo al paso de las hojas de esta
sencilla obra; y cuando pasea por el malecón contemplando la marisma, ya sea
solo o acompañado, disfrute de lo lindo recordando a sus protagonistas como si
formaran parte de este bello rincón. Se lo ha dejado a su colega Bilbobonobús para que siga contrastando
la línea editorial de Bassarai narrativa y éste le dijo que no había podido con
él... sin comentarios. Al día siguiente se lo devolvió habiéndolo leído, pero
sin darle mayor importancia, y menos aún, manifestarle alguna opinión, pienso
que para no dar la razón al TH por el entusiasmo que le quiso transmitir cuando
se lo pasó, ya que lo pidió prestado en la biblioteca de Santurce
exclusivamente para que él lo leyese.
La rebelión de los tártaros, de Thomas de
Quincey, escritor inglés más conocido por su obra Confesiones de un comedor de opio inglés,
donde describió las diferentes etapas alucinatorias por las que se metamorfosea
un adicto al opio. Alucinógeno que fue probado de forma experimental por el
bohemio autor, muy admirado por Charles
Baudelaire. Este librito nos
habla de un hecho histórico acaecido en el siglo XVIII sobre las estepas
asiáticas comprendidas dentro de los límites de la frontera entre Rusia y
China.
La batalla de Matxitxaco, de Fernando
Marías, de reciente adquisición, acerca del desigual combate que
sostuvieron unos cuantos bous armados
hostigando al crucero Canarias, dentro del vergonzoso marco de nuestra
fratricida guerra incivil. No deja de
ser un relato entretenido, bellamente adornado por una historia de amor. Este
autor bilbaíno afincado en Madrid ganó el Premio Nadal del 2001 con El niño de los coroneles.
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La literatura, además de ser una de
las artes mayores, es la más deliciosa y sublime de las mentiras; ahora bien,
si al mismo tiempo pensamos en que la realidad supera con creces a la
invención: también podríamos colegir que esta disciplina es la más ficticia de las verdades...
Estos días
Tomás ha terminado de leer: La noche de
los cuatro caminos, trabajo impecable de Andrés Trapiello sobre el maquis o
guerrilla urbana en Madrid después de la guerra más incivil y cruenta de todos
los tiempos: la nuestra. En esta obra nos da cuenta el autor leonés de aquella
lucha infructuosa protagonizada por los más acérrimos y estoicos defensores de La idea,
aunque inexorablemente condenada de antemano al fracaso por la gran fuerza
represiva de un fascismo encarnizado. Aquél fue un fatídico régimen en el cual
sus sanguinarios jerarcas, no dudaban ni les temblaba la mano a la hora de
firmar innúmeras penas de muerte –previas torturas atroces, fuera de todo
sentimiento–, viniéndonos a demostrar una vez más, como nos dijo Plauto en su recurrida y conocida
sentencia: “El hombre, a través de la historia, sólo ha sido un lobo para sus
semejantes”. ¡Qué pena, verdausté!”
También ha
finalizado un libro singular, editado en Madrid en el año 1913. Trabajo
realizado en la imprenta de Juan Pueyo, de la calle de Mesonero Romanos, 34.
Se trata de Los grandes españoles, en
concreto éste gira en torno a la figura de D. Segismundo Moret y Prendesgast, gran político y estadista
durante el reinado de Alfonso XIII. Está escrito por Luis Antón Del Olmet y Arturo García Carraffa.
A través de estas páginas se vislumbra el sutil perfume de una vida que fue
toda elegancia. Primero disfrutó restaurándolo, ya que estaba en ruinoso
estado, con los cuadernillos todavía intonsos. Tuvo que usar un cutter
para seccionar la mayoría de ellos en ambos sentidos. Después gozó leyéndolo,
ya que sus planas daban cuenta de una turbulenta fase de la historia del ruedo
ibérico muy bien reflejada por los autores de esta pequeña biografía.
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Remedios caseros disponibles
Hay una
literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para cuando
estás calmado. Ésta es la mejor literatura, creo yo. También hay una literatura
para cuando estás triste. Y hay una literatura para cuando estás alegre. Hay
una literatura para cuando estás ávido de conocimiento. Y hay una literatura
para cuando estás desesperado.
Los detectives salvajes, Roberto Bolaño
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