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jueves, 20 de octubre de 2022

En torno a una excelente traducción: Desde The Mirror of de Sea, de Josef Conrad a El espejo del Mar, de Javier Marías

 

En torno a una excelente traducción:

Desde The Mirror of de Sea, de Josef Conrad a El espejo del Mar, de Javier Marías

 

 

 

  

Verba volant, scripta manent

 

 

 

Índice

 

  A modo de introducción

1. Apuntes biográficos

2. En el plano teórico de la traducción

3. The Mirror of de Sea, J. Conrad / El espejo del mar, J. Marías

4. Para ir concluyendo

 

 

A modo de introducción

 

El objetivo de este trabajo es intentar un acercamiento en torno a las figuras literarias de Josef Conrad y Javier Marías, dos figuras literarias de altos vuelos por las que tengo una especial predilección. Mi idea es enfocarlo bajo el prisma de las labores de traducción literarias realizadas por este último autor, labores que, por otra parte, la mayoría de los ingenios literarios han practicado y siguen practicando en un afán de hacer llegar desde la lengua de partida a la lengua meta joyas de la literatura mundial que, de otro modo, acaso habrían permanecido inéditas para la mayoría de la gente con inquietudes literario-culturales.

 

1. Apuntes biográficos

 

1. 1. Voy a comenzar insertando unas razonables notas biográficas de los dos excelentes autores que he citado en los preliminares. Me extiendo algo más en la del autor inglés por razones obvias: ya han pasado muchos años de su fallecimiento; mientras que nuestro madrileño universal está aún en plena fase creativa.

1. 2. Josef Conrad[1]. Su nombre real en polaco era Józef Teodor Konrad Korzeniowski (Berdichev, Ucrania, 1857-Bishospbourne, Kent, 1924). Conrad fue educado en la Polonia ocupada por Rusia. Su padre, un aristócrata empobrecido con escudo de armas de Nałęcz, escritor (tradujo a Shakespeare y Víctor Hugo) y militante armado, fue arrestado a causa de sus actividades por los ocupantes rusos y condenado a trabajos forzados en Siberia. Poco después, su madre murió de tuberculosis en el exilio, y también su padre cuatro años después, a pesar de que se le había permitido volver a Cracovia. De estas traumáticas experiencias de niño sobre la ocupación rusa, es posible que Joseph Conrad derivara temas en contra del colonialismo, como en la novela El corazón de las tinieblas (Heart of Darkness) o Nostromo.

1. 3. Ulteriormente Conrad fue educado por su tío, una figura mucho más conservadora que los padres de aquél. El sobrino estudió la educación secundaria en Cracovia y, finalmente, la dejó a los 17 años para hacerse marinero en la marina mercante francesa. Vivió una vida aventurera, zarpó de Marsella y se vio envuelto tanto en tráfico de armas como conspiraciones políticas que llegaban aun hasta países como Venezuela. En 1878, después de intentar suicidarse, pasó a servir en un barco británico y así evitar el servicio militar ruso. A los 21 años, como había aprendido inglés, lengua en la que más tarde escribió con excelencia, consiguió, tras varios intentos, superar el examen de capitán de navío y al cabo obtuvo la nacionalidad británica en 1884. La primera vez que puso pie en Inglaterra había sido en el puerto de Lowestoft, Suffolk; después vivió en Londres y, posteriormente, cerca de Canterbury, Kent. Fue tripulante del Narcissus, navío con el que visitó lugares tan exóticos como Bombay y gran parte del sudeste asiático, que le inspiraron sobremanera en sus obras Lord Jim, Un vagabundo en las islas y El negro del Narcissus. Al igual que Henry James –con el que se le ha llegado a comparar–, Conrad destaca sobre todo en la novela corta. Nuestro autor escribió en 1901 su obra Amy Foster, en la que expresó la gran soledad de su vida de expatriado; de marcado carácter autobiográfico son sus libros El espejo del mar (1906) y Una historia personal (1909).

1. 4. Desde pequeño su sueño fue visitar África; este delirio onírico fue llevado a cabo en 1889, cuando se contribuyó al acuerdo sobre el Estado Libre del Congo. Dicho periplo por el Congo, en pleno corazón del continente africano, le hizo ver las atrocidades que cometían los colonos contra la población nativa y también le inspiró para pergeñar una de sus mejores obras: El corazón de las tinieblas. Nuestro autor llegó a reunirse con el diplomático británico Roger Casement, el cual en su “Informe sobre el Congo”, describió los abusos que se cometían contra los indígenas.

1. 5. En lo que atañe a España, en sus tiempos de argonauta, es de destacar que estableció contactos en Marsella con partidarios de los carlistas hispanos y aun se acercó al país de Cervantes para contrabandear con armas, situación en la que dejó plasmada su experiencia en La flecha de oro (1919). Antes de este hecho ya había reflejado su escala marítima en un puerto asturiano en La posada de las dos brujas, libro escrito en 1913.

1. 6. Javier Marías[2]. Nació en Madrid en 1951 y es hijo del fallecido filósofo y catedrático Julián Marías. Estudió Filosofía y Letras. Ha sido profesor en Oxford y en la Universidad Complutense de Madrid. En 1971 apareció la obra Los dominios del lobo, que el autor había escrito con 17 años. Juan Benet apadrinó esta opera prima. Si bien, antes de la aparición de la citada novela juvenil, Marías ya había escrito algún relato (como “La vida y la muerte de Marcelino Iturriaga”, incluido en Mientras ellas duermen y escrito con 15 años). Corazón tan blanco supuso su consagración como novelista. Es, probablemente, su mejor obra y ha sido traducida a decenas de idiomas. En Alemania y Francia alcanzó un gran éxito. Su siguiente novela, aparecida en 1994, Mañana en la batalla piensa en mí (título tomado de un verso de Shakespeare, al igual que Corazón tan blanco), consiguió numerosos premios en Europa y América. Además de su actividad como novelista y cuentista, ha publicado artículos, antologías e importantes traducciones que también han sido reconocidas y galardonadas, como su versión del Tristam Shandy de Sterne. Entre sus predilecciones literarias se encuentran su mentor Juan Benet, William Faulkner, Vladimir Nabokov, Lawrence Sterne y Joseph Conrad [del que tradujo El espejo del mar, objetivo de este trabajo]. Marías es uno de los autores que más controversia despierta en el panorama literario nacional. Tal vez es odiado por haber logrado lo que cualquier escritor más sueña y desea: agradar tanto a la crítica nacional e internacional como al público, además de congregar largas colas de lectores en busca de su dedicatoria.

1. 7. No puedo reprimirme del deseo de mencionar algunas curiosidades en torno a la figura de este gato universal[3]: El crítico alemán Marcel Reich-Ranicki, auténtico gurú literario en su país, lo consideró uno de los mayores autores vivos del mundo. La aparición de Mañana en la batalla piensa en mí le valió algún toque de atención en España, a causa de un episodio en el que satiriza al rey Juan Carlos. Umbral, en su diccionario de literatura, lo llamó angloaburrido, y algunos lo consideran poco español y extranjerizante. Marías no sabe qué haría sin su máquina de escribir; es consciente de que el ordenador tiene sus ventajas, pero le gusta escribir sobre papel: sacar el folio, leerlo, corregirlo [a mano, con pluma], hacer tachaduras y volver a escribirlo hasta quedar satisfecho. Colecciona soldaditos de plomo; mezcla estas figuras con otras de pasajeros y animales de un diminuto tren de viajeros y “juega a organizar el mundo”. Asegura que “los seres humanos nos empeñamos en ordenar, o controlar, el mundo en el que nos movemos.”

 

2. En el plano teórico de la traducción[4]

 

2. 1. De ahora en adelante voy a intentar ceñirme a la figura de Marías en su labor de traductor que, como ya he mencionado, es el objetivo prioritario de este trabajo monográfico: Este autor ha compaginado desde su aparición en la escena literaria los trabajos de traducción con otras labores inherentes a su ascendente carrera, no sólo en la vertiente práctica sino también en la teórica. Ahora, sobre todo, nos interesa destacar dos artículos de su colección relacionados con la traducción: “Ausencia y memoria en la traducción poética” (1980) y “La traducción como fingimiento y representación” (1982). En el primero pretende llegar al fondo del sobreentendido, diferenciándolo del proceso de creación, para dicho fin argumenta con apoyo de Ortega, Benjamin, Steiner o Paz. Marías expone al respecto las siguientes razones para su tesis:

 

“Lo que prima en la actividad de traducir no es la presencia del texto original, sino justamente su ausencia o carencia […]. El traductor, al encararse con su tarea, siente el texto original como una ausencia. Lo que cuenta para él y para su labor es la ausencia de ese texto en su lengua, en la llamada lengua receptora.”[5]

 

2. 2. Por otra parte, Steiner[6] insiste en las páginas de su libro: en toda traducción media el tiempo, dicho con sus palabras, “poseemos civilización porque hemos aprendido a traducir más allá del tiempo”. Esto mismo lo matiza Marías con una intención más ceñida:

 

“La traducción es una actividad de la memoria, y si hubiera que encuadrarla dentro del espectro de la literatura de creación, habría que decir que es uno de los actos o procesos creativos que origina el recuerdo.”[7]

 

2. 3. En “La traducción como fingimiento y como representación”, Marías aborda el doble “fingimiento” que toda traducción implica: el texto de la traducción finge ser el original; y el lector de la traducción hace como que lee al autor sin mediación alguna. Para el autor de Todas las almas, en este postrero caso, “aparte de convención ha de haber voluntad de convicción”, según él mismo nos apunta:

 

“O, mejor dicho, quizá la convención consiste precisamente en la predisposición del ánimo del espectador a dejarse engañar siempre y cuando se intente engañarle o se aparente intentarlo, siempre y cuando se le ofrezca una apariencia o pretensión de verosimilitud.”[8]

 

2. 4. Conclusión: Nosotros pensamos lo mismo que el autor de la magnífica obra que ahora consultamos[9]: que “el lector ha de leer con tanta facilidad y naturalidad como está acostumbrado a hacerlo en su propia lengua”; pero, a su vez, “no puede recorrer el texto traducido sin notar en él algo distinto e inequívocamente ajeno a lo que está acostumbrado a leer”. Sobre ese difícil equilibrio entre la corrección literaria del texto traducido y el reflejo de ese algo, que Marías dice difícil de determinar, y en cuya esencia seguramente incide el conjunto de rasgos que convencionalmente se encierran bajo el término estilo, sobre ese difícil equilibrio –insistimos [decía Marías]– se levanta el pacto que traductor y lector sellan.

 

3. The Mirror of de Sea, J. Conrad / El espejo del mar, J. Marías

 

3. 1. Josef Conrad empezó a escribir capítulos de El espejo del mar en 1904, como respiros en la laboriosa gestación de su novela Nostromo, y no dio por concluido el libro hasta 1906, cuando ya acometía la redacción de The Secret Agent.[10]

 

3. 2. La edición que emplea Marías para esta traducción es The Mirror of the Sea A Personal Record (Dent, Londres, 1972), que no lleva introducción ni notas de ningún tipo. A este respecto le fue muy útil al escritor madrileño Le miroir de la mer, traducción y notas por Gérard Jean-Aubry (Gallimard, París, 1946).[11]

 

3. 3. Respecto a la prosa de Conrad, no nos cabe la menor duda de que ésta, la de un polaco de origen, que no aprendió la lengua anglosajona hasta los veinte años, se convertiría en una de las más precisas, elaboradas y perfectas de la literatura inglesa; pero, al mismo tiempo, opinamos como Marías cuando él nos apunta, enumerando y haciendo hincapié en los rasgos más singulares del autor de El corazón de las tinieblas, lo que sigue:

 

“Es la [lengua] menos inglesa que conocemos: su serpenteante sintaxis no tiene apenas precedentes en ese idioma, cuestión que unida a la meticulosa elección de los términos (muchos arcaísmos, palabras o expresiones en desuso, variaciones dialectales y a veces acuñaciones propias) convierte el inglés de Conrad en una lengua extraña, densa y transparente a la vez, impostada y fantasmal. Y es que uno de sus rasgos más peculiares consiste en utilizar las palabras en la acepción que le resulta más tangencial y, por consiguiente, en su sentido más ambiguo.”[12]

 

El mismo Marías vuelve a insistir en este hecho lingüístico:

 

“No he temido mantener todo esto [los rasgos que hemos señalado más arriba], en la medida de lo posible, en castellano, aun a riesgo –o con la intención– de que el español de este texto resulte algo insólito y espectral. Pero creo que la intransigencia es el único guía posible a la hora de traducir a Conrad. Sólo así el lector podrá recibir, tal vez la misma impresión que en su día tuvieron Kipling, Galsworthy, Arnold Bennet, H. G. Wells, Eduard Garnett, Henry James, todos ellos fervientes entusiastas y admiradores de The Mirror of the Sea.”[13]

 

Pero quizá el que más nos dice y, muy acertadamente, sobre esta traducción es Juan Benet [maestro y padrino literario de Marías] en el prólogo que el autor de Herrumbrosas lanzas realizó para la edición y traducción que venimos comentando, el cual nos señala:

 

“Y diré algo también sobre esta traducción. No creo que exista –ni será fácil que se repita– una traducción de Conrad de tal perfección. Soy testigo del inmenso trabajo que se ha tenido que tomar Javier Marías –quien está a punto de convertirse en un Erasmo de la traducción– para concluir esta labor que, me consta, ha estado en varias ocasiones en un tris de arrastrarle al abandono. Ha tenido que ser un trabajo, más que arduo, irritante. El lector se apercibirá pronto de un primer grado de dificultad en cuanto se enfrente con tal número de términos marineros, que no forman parte, ni mucho menos, del habla de tierra adentro ni, por lo general, están en el diccionario inglés-español. Teniendo que recurrir a la ayuda de un especialista, es comprensible que se pierda la paciencia, pues no sólo no se conoce el equivalente castellano del término inglés, sino que tampoco se sabe lo que es una cosa que se ha podido ver, pero en la que no se ha reparado y por consiguiente necesita explicación. Pero con ser esa una gran dificultad -nada desdeñable- no es la mayor que presenta el texto. Para mí la mayor dificultad reside, naturalmente, en conseguir el equivalente de ese estilo espiral, enrevesado, siempre alto de tono y escurridizo, tan escurridizo como peligroso. Un estilo que los ingleses llaman de manera bastante gráfica convoluted, y que al traductor poco precavido le puede hacer caer en los mayores ridículos, como demostraron –asaz cumplidamente– los hombres de Montaner y Simón. Si Javier Marías ha logrado –no sin mucho esfuerzo– dar con la mejor expresión de Conrad en castellano, no será en balde. Será para beneficio del afortunado lector que lo lea, pero también para su propio provecho; pues yo creo que una traducción de éstas forma de tal manera que lo que sale de ella es el estilo, bastante conforme con el de Conrad, de Javier Marías.”[14]

 

4. Para ir concluyendo

 

4. 1. En cuanto al estilo de esta joya literaria que hace las delicias no sólo de los amantes del mar y los barcos, sino también de los que de la literatura han hecho una forma de vida, e incluso viven en escritor las veinticuatro horas del día, y a todos los que, como el autor de estos torpes párrafos, se agarraron al clavo ardiente de la literatura [la cursiva es nuestra] y en sus años de madurez están asistiendo a algunas de las facultades que pueblan la baqueteada piel de toro, nos gustaría añadir lo que el autor de Volverás a Región matiza en cuanto al susodicho estilo conrradiano:

“Pues bien, en The Mirror of the Sea no hay una sola página de estilo menor, no hay un solo personaje o frase de reputación dudosa, nadie viene de fuera con voz propia. Todo el libro es Conrad cien por cien, y, además, el mejor Conrad, el que sabía dibujar un hecho del mar con la más perfecta forma literaria, y el que sabía ilustrar un acontecimiento narrativo con la más acertada imagen marinera. Y al respecto quiero señalar de este libro un capítulo en particular, Soberanos de este y oeste, donde desde el principio hasta el fin, y bajo el pretexto de una descripción de los vientos, Conrad larga un discurso sobre el poder y la fuerza que bien podría haber salido de un Macbeth calado con la gorra de capitán.”[15]

4. 2. Y ya, para finalizar, no podemos evitar añadir este bello fragmento del capítulo de El espejo del mar que Benet ha señalado más arriba, donde todos apreciaremos, aun sin incidir de forma metódica en el texto, tanto la calidad de la traducción cuanto las excelencias del estilo de Conrad:

SOBERANOS DE ESTE Y OESTE

XXV

No hay parte de este mundo de costas, continentes, océanos, mares, estrechos, cabos e islas que no esté bajo el dominio de un viento imperante, regulador de su tiempo característico. El viento rige los aspectos del cielo y la acción del mar. Pero ningún viento gobierna indiscutido su corona de tierra y agua. Al igual que ocurre con los reinos de la tierra, hay regiones más turbulentas que otras. En la franja central del globo los Vientos Alisios reinan soberanos, incontestados, como monarcas de reinos establecidos desde antiguo, cuyo tradicional poder, que frena toda ambición desmedida, no es tanto el ejercicio de una autoridad personal cuanto el funcionamiento de instituciones consolidadas hace tiempo. Los reinos intertropicales de los Vientos Alisios son propicios a la vida normal de un buque mercante. Rara vez llevan sus alas el toque de rebato a los atentos oídos de los hombres apostados en las cubiertas de los barcos. Las regiones gobernadas por los Vientos Alisios de noreste y sudeste son tranquilas. En un barco con rumbo sur, comprometido en un largo viaje, la travesía de sus dominios se caracteriza por un relajamiento de la tensión y de la vigilancia por parte de los marinos. Esos ciudadanos del océano se sienten protegidos bajo la égida de una ley incontrovertida, de una dinastía indisputada. Allí es, en efecto, si en algún punto del globo, donde puede confiarse en el tiempo.[16]


Bibliografía

 

CONRAD, Josef, El espejo del mar, Madrid: Libros Hiperión, 1992, 3ª ed. (trad. Javier Marías, prol. Juan Benet).

 MARTINEZ CACHERO, José María (dir.), Grandes figuras de la literatura, Madrid: Espasa Calpe S. A., 1998.

 RUIZ CASANOVA, José Francisco, Aproximación a una historia de la traducción a la lengua española, Madrid: Cátedra, 2000.

 Fuentes digitales

 http://www.escuelai.com/spanish_culture/literatura/javiermarias-biografia.html (5-12-2009).

 



[1] MARTINEZ CACHERO, José María (1998), Grandes figuras de la literatura.

[2] http://www.escuelai.com/spanish_culture/literatura/javiermarias-biografia.html (pág. consultada el 5-12-2009).

[3]. http://www.escuelai.com/spanish_culture/literatura/javiermarias-biografia.html (pág. consultada el 5-12-2009).

[4] RUIZ CASANOVA, José Francisco (2000), Aproximación a una historia de la traducción (págs. 521-523). [Sigo a este autor y cito por él y por Marías durante todo el presente apartado].

[5] Ibídem (op. cit. en la nota nº 3, pág. 5).

[6] STEINER, George, Después de Babel. Aspectos del lenguaje y la traducción, México: Fondo de Cultura Económica, 1975 (cito por Ruiz Casanova, op. cit. nota nº 4).

[7] Ibídem (op. cit. nota nº 3, pág. 5).

[8] Ibídem.

[9] Ibídem.

[10] MARÍAS, Javier (1981), El espejo del mar (pág. 14).

[11] Ibídem.

[12]Ibídem (pág. 15).

[13] Ibídem (pág. 14-15).

[14] Ibídem (pág. 11).

[15] Ibídem (págs. 10-11).

[16] Ibídem (págs. 103-104).

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