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sábado, 8 de octubre de 2022

El viejo candray de la media luna

 

El viejo candray de la media luna

 

 

 

La nave otomana les ofreció, sumisa,

la perspectiva de su rechoncha popa

con los bidones de basura colgados

a babor y estribor, sobre las amuras.

 

El herrumbroso codaste, a pesar de

que en aquellos momentos emergía

evanescente medio metro por encima

del nivel de las glaucas aguas del Nervión,

aun después de lastrar el navío, siempre

lo hará perfectamente centrado sobre

el constante hervidero del vértice

de su divergente estela.

 

De nuevo, aún en la distancia,

el barco regaló a los oídos

de los dos paseantes otros dos

quejosos toques de sirena, como si

el oficial de guardia se hubiera dado

cuenta de la intensa expectación

que su corto pilotaje fluvial había

levantado en el ánimo de los peripatéticos

caminantes, y así quisiera recordárselo.

 

El M/S “Konstantino Kavafis” se dirigía

en lastre hacia la puerta del Abra interior,

que ya aparecía muy cercana;

avanzaba con sincrónico y pertinaz ronroneo,

envuelto en su humosa y densa aureola.

Todavía lo hacía asistido por el práctico

de turno, aunque por poco tiempo.

 

Los dos peripatéticos paseantes

contemplaron en la lejanía

cómo la funcional y ágil lancha

de casco azul inició la rutinaria

maniobra de abarloaje por la oxidada

banda de estribor del viejo tramp

para desatracar al piloto.

 

Desde el momento en que éste

se despidió del capitán, descendió

por la escala de gato y puso el pie

en la pequeña cubierta,

la desvencijada nave turca recobró

su arrebatada autonomía.

 

Sólo le quedaba rebasar las cadenciosas

señales, roja la del faro del contramuelle

de Arriluce, verde del rompeolas de Santurtzi,

y dejar a popa las últimas luces del superpuerto;

una vez superadas, el oficial de turno

pondrá el rumbo más idóneo para afrontar

esta enésima singladura en busca

de quién sabe qué puertos y qué cargas.

 

Ahora, los peripatéticos paseantes,

imaginaron que el viejo tramp

quizá navegaría hacia los lugares

más recónditos de este ubérrimo planeta.

 

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