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domingo, 30 de junio de 2024

Gora Euzkadi

 

Gora Euzkadi

 

       Los vascofranceses están orgullosos de ser vascos y franceses; y los vascoespañoles se sienten asimismo orgullosos de ser vascos y españoles, porque el País Vasco, y específicamente Vizcaya, siempre estuvieron unidos por propia voluntad y durante siglos a la Corona de Castilla. Sin embargo, existe otro grupo de ciudadanos intoxicados, catartizados por un discurso tan incongruente como melancólico, patético y victimista; y, a mayor abundamiento, con esta rancia trilogía pretenden hacer creer al resto que sufren un acoso y derribo de todo lo vasco por parte de lo que ellos llaman Estado español: coacción difícil de creer, ya que todas las regiones del Ruedo Ibérico soportaron cruentamente lo indecible o incluso más que ésta tras el vesánico fratricidio y la posterior dictadura militar impuesta por los rebeldes. En estos momentos la denominamos Euskadi, y es el onírico producto de un fanático, racista y xenófobo llamado Sabino Arana Goiri, un personaje muy dolido al no poder tomar partido él ni su conservadora familia –arruinada por su apasionada contribución a la causa carlista– en aquella rápida industrialización tras la fiebre del oro de finales del siglo XIX y principios del XX. Este bardo, cuando pretendía hacer literatura en sus ratos de ocio y no lo conseguía –nunca lo logró, no obstante sentía pasión por todos los clásicos españoles–, diseña una bandera a semejanza del logotipo tricolor de la Unión Jack británica, y, bajo el anacrónico lema carlista: Jaungoikoa eta lege zaharrak (Dios y leyes viejas), se empeña en llevar a sus prosélitos hacia una Arcadia feliz –queriendo así contrarrestar el socialismo antivasco y anticatólico–: una sublime utopía que siempre se nos ha aparecido engalanada con pieles de oveja y ubicada en lindos caseríos donde suenan preciosos compases de txistu y tamboril; eso sí, rodeados a su vez del característico verdor de este primitivo, bello y bucólico País Vasco que tanto contribuyó con sus ricas menas de mineral férrico para el bien de la nación.

¡Plegue a Dios que se hundan en el abismo los montes de Bizcaya con su hierro! ¡Fuera pobre Bizcaya y no tuviera más que campos y ganados y seríamos entonces patriotas y felices!, había dicho y escrito Sabino Arana en 1895.

En tiempos remotos del siglo primero, aunque infravalorada, Cecilio Segundo: Plinio El viejo, ya comentaba en alguno de sus treinta y siete volúmenes de Historia natural la gran riqueza férrica de los verdes montes vascos; siendo Flaviobriga el punto más neurálgico en el norte de aquella antigua colonia llamada Hispania, integrada en el gran Imperio Romano que, entonces, quiso dominar al minúsculo mundo conocido.

 

Omne ignotum pro magnifico est

 

 

Omne ignotum pro magnifico est[i]

 

En este país, donde La Libertad de Expresión es sobremanera cuestionable, la inmensa mayoría de los mal llamados intelectuales, velis nolis[ii], por miedo a perder sus poltronas y privilegios, practican sin reparos La Autocensura que, en resumidas cuentas, causa más estragos a La Verdad que la propia censura oficial.



[i] Todo lo que se ignora se tiene por magnífico.

[ii] De grado o por fuerza.