El émulo de Gustave
Ayer me sentí todo un Flaubert, con permiso de Bouvard y Pécuchet: por la mañana, no bien me desayuné, antepuse un adjetivo a un sustantivo en la frase que estaba pergeñando; por la tarde, después de almorzar, se lo postpuse, y, antes de introducirme entre las sábanas, lo anulé.
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